jueves, 9 de febrero de 2017

MANOS


Cristo orando en el huerto abrazado a un olivo imaginario para que le luzcan los pliegues del nuevo mantolín, vírgenes cuya mirada implorante al cielo se ve contradicha con la mano tonta de un besamanos, falanges afiladas como estiletes para introducir anillos, manos crispadas injertadas en cristos serenos que exhiben las malas artes de los que pretenden pasar a la historia del arte cateando en lenguaje corporal, codos salientes para percha de toca, manos prisioneras de sus rosarios o convertidas en pedestales de caros cachivaches para dar gusto a sus donantes...

Aunque la cara goce del aristocrático privilegio de ser el espejo del alma y las manos, por su condición proletaria, ya desde la escultura del desterrado Adán y señora se vean obligadas a trabajar duro por amor al arte, ojalá las ramificaciones nerviosas de las cabezas de las imágenes de vestir prolongaran su emoción hasta las extremidades sin interferencias, ojalá que la sangre que palpita en las sienes circulara sin obstáculos por los listones de madera hasta las manos y que, despojadas éstas de los contratos estéticos contraídos con la tradición o el capricho, pudieran en su quietud mover con naturalidad al sentimiento.

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