viernes, 23 de diciembre de 2016

MISTERIO


El pastor que recibe la buena nueva del ángel y no del móvil.

La hilandera, más vieja que el hilo negro, que hila pero como ya no compra ni vota vive abandonada del mundo, su vida pende solo de un hilo.

El pescador horrorizado ante los santos inocentes que flotan en el agua, los que comen y comen y vuelven a comer los peces en el río y en el mar.

La lavandera de los trapos sucios, blanqueadora de información, siempre lavando para el que mejor pague, por sucia que esté su ropa.

El posadero que dice que no hay posada a quienes buscan refugio y no lo pueden pagar.

El ciego que es el rey en el país de los tuertos que no quieren ver.

La mujer del cántaro poniendo morritos a su reflejo en el agua del fondo del oscuro pozo.

El anciano profeta del final de la historia oculta tras el oro, el incienso y la mirra.


            Aquí está mi belén, construido con la inestimable colaboración del imaginero A. Abrines Fraile, cuyas imágenes he tomado sin permiso de su blog.

            Un belén de avatares sin cuerpo, sin montañas de corcho ni praderas de musgo verde, sin ríos de aluminio ni caminos de serrín flanqueados por casas de escayola. Un belén sin portalito, sin mula ni buey, sin San José ni Virgen María, sin Niño Dios, protagonista escondido a buen recaudo para no ser visto por ser signo de contradicción, como si la Vida, o la vida en minúscula si preferís, la que se abre paso en mitad de la noche con el canto de un gallo fuera algo de lo que avergonzarse. Los cobardes siempre se atreven con los indefensos. En mi Belén no hay Niño Dios pero hay misterio, un misterio enorme sin el cual nada tiene sentido.

            Ojalá consigamos ser felices estas fiestas, y no porque sí o porque nos lo podamos permitir, sino porque nos lo merecemos, porque escondido en una caja de cartón hay motivo y misterio de sobra para ser feliz en cualquier adversidad. 

            Feliz Navidad.